lunes, 3 de mayo de 2010

LA ERA DE LA PASTILLA







En vez de vivir la vida desahogadamente y gozar de cada una de nuestras circunstancias, nos dedicamos a intentar –y a veces lo conseguimos- tener una vida absolutamente artificial, fundada en parámetros,  no sé salidos de dónde, que imaginamos como ideales para una vida confortable. Se han llamado a las diferentes eras de la humanidad con nombres alusivos a los materiales que se empleaban o a los logros humanos para vivir más felices y mejor. Así encontramos la edad de piedra, la edad de los metales, la era industrial, la posindustrial…Ahora estamos metidos de lleno en la edad de la informática y los medios de comunicación, pero subestimamos a otro dios menor, que como la

informática bastaría para definir toda esta época, era, edad, en la que estamos instalados. A ésta debíamos de llamarla ‘La edad de la pastilla’. No sé quién –repito- Y no alcanzo a imaginar por qué motivos espurios, se han fabricado unos estereotipos de lo que debe ser una buena vida. Más o menos, los ideales actuales de todos los ciudadanos del mundo, con ligeras diferencias por razón de religión, tradición o costumbres, son: 1.- La seguridad. Todo el mundo lucha, trabaja, se afana, para conseguir una seguridad para el día de mañana. Una pensión suficiente, un físico agradable y sano, una pareja con quien compartir los últimos jodidos momentos de la vida. 2.- La salud del cuerpo. Todo el mundo quiere estar sano y sin ninguna molestia en ningún sitio de su cuerpo, y para ello recurre a lo que, en cada momento, se brinda a su alcance. En este caso a la medicina oficial. 3.- La salud mental. El que más y el que menos, quiere vivir en paz, tranquilo, sin grandes alternativas que les hagan tambalearse. Casi sin pensar, sin conflictos, sin complicaciones.






Para la primera no existen pastillas, de momento. Pero estoy seguro de que la industria de la farmacia está investigando una que te haga tener una sensación de seguridad. Para las dos siguientes existen millones de fármacos que se pueden adquirir, habitualmente, sin receta médica. Existen pastillas para dormir, para no dormir. Para soñar, para no soñar. Para defecar, para no defecar. Para el dolor, para el hambre, para la orina, para la bilis, para el estómago, para el pie derecho…Pastillas que nos hacen vivir intermitentemente: Ahora sí, ahora no. Ahora sí, ahora no. Para todo hay pastillas, absolutamente para todo. Y la mayoría tienen efectos secundarios nocivos. Las gallinas que salen por las que entran. Todas, sin excluir ninguna, tienen efectos adversos y provocan, en quien las consumen, una suerte de dependencia que hace que no pueda prescindir de ellas ¿Quién no lleva de vacaciones un pequeño arsenal de bombas en miniatura, por si las moscas? ¿Quién no ha acudido a las tres de la madrugada a una farmacia de guardia para comprar un ansiolítico o una píldora para dormir?





El caso es no vivir siendo uno mismo, sin necesidad de alterar en nada la naturaleza humana. Ser, en estado puro. Aprendiendo a identificar las sensaciones y a gestionar las emociones. No se trata de ser un robot programado, siempre igual, siempre en estado perfecto. Somos humanos, carajo; y por tanto pasan por nuestro cuerpo y por nuestra cabeza mil y una sensaciones, emociones y revulsiones a diario, que nos enriquecen y nos hacen crecer. Pero si con cada pequeño conflicto tenemos que recurrir a las pastillas o al psicólogo, llegaremos a mayores maltrechos físicamente y cabreados mentalmente, que es lo que traducen al castellano la mayoría de los viejos que nos rodean.

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